Requisitos para traducir

Aunque haya que tratar de tomárselo todo como una afición, y aunque nadie debería reprochar a un romhacker nada por eso mismo en un principio, hay que tener en cuenta que es necesario intentar reexpresar el sentido original en el texto en español, no sólo traducir. ¿Qué quiero decir con esto? Que aunque se conozca a la perfección el idioma extranjero del que se va a traducir (algo que dudo pues ni un nativo conoce todo su idioma), hay que tener cuidado al escribir el nuevo texto en nuestro idioma. Y no sólo por ortografía como mucha gente puede pensar (es horrendo ver faltas en cualquier texto aunque a muchos les parezca trivial), sino por la expresión. Soy de la opinión de que sólo se debe traducir a la lengua materna, por lo que fallos serios de expresión en ésta se consideran inaceptables.

El primer requisito para traducir no es saber un idioma extranjero, sino conocer la lengua del texto meta. Incluso sin tener ni idea de chino se puede escribir un texto en nuestra lengua materna que tenga sentido. Otra cosa es que sea fiel al original. Obviamente, conocer la lengua de origen y su cultura es también un principio básico para la traducción, aunque siempre se pueden consultar diccionarios y otros recursos para ayudarnos, lo que tiene sus inconvenientes como veremos más tarde. Para lograr un alto nivel de competencia tanto en la lengua de origen como en la lengua meta, recomiendo encarecidamente algo que estás haciendo ahora mismo: leer. No sólo aumentarás tu bagaje cultural (indispensable para traducir), sino que con el tiempo aprenderás centenares de expresiones y palabras que seguramente te resultaban extrañas en su momento. Recuerdo que hace ya muchos años, cuando traducía el Secret of Mana, la expresión what on earth me chocaba mucho. Su sentido literal poco tiene que ver con “pero qué demonios”, su equivalente en español (entre otras expresiones similares).

El papel del contexto

La situación en la que se da lugar un acto comunicativo, es decir, el contexto, es fundamental para comprender al completo cualquier palabra o enunciado. Parafraseando a un amigo, y con ánimo de ofrecer un ejemplo más que claro, propongo explicar la importancia del contexto para comprender un mensaje con la siguiente cuestión: ¿es lo mismo nombrar a Dios cuando uno se sorprende al observar una proeza que decir Dios en un momento de placer? Yo creo que no. Puede que el God inglés se corresponda en ambos casos con el “Dios” español, pero esto no siempre sucede así.

Por ello, antes de traducir un juego es preferible haberlo jugado antes y, aún más importante, traducir según se juega (una práctica quizá demasiado ideal). Yo mismo he traducido juegos sin haberlos jugado antes, y según traducía me enteraba de cosas que podían hacer variar mi traducción, sobre todo en el registro de los personajes (es decir, su forma de hablar). El ejemplo más claro se halla en el Final Fantasy IV, ya que cambié muchas cosas según revisaba la traducción. Sin embargo, en el Phantasy Star IV, como conocía a la perfección toda la historia y la personalidad de los personajes al tratarse de uno de mis juegos preferidos, no se me plantearon muchas dudas a la hora de darle cierto “toque” a los diálogos de Alys y Raja (dos de los protagonistas con más carisma del juego).

Por otro lado, hay que recordar que leer el texto de un juego es muy diferente a leer una novela. Un videojuego, al igual que una película, está caracterizado por poseer imagen y sonido. Si un personaje dice It’s hot, isn’t it? [Hace calor, ¿eh?] cuando tal individuo se encuentra en la nieve, producirá en algunos jugadores al menos una leve sonrisa. Este caso no parece plantear ningún problema de traducción (siempre y cuando no tenga un doble sentido), pero en determinados casos las imágenes juegan un papel fundamental a la hora de crear juegos de palabras que no hacen sino presentar quebraderos de cabeza al traductor. Es en estos casos donde la creatividad del traductor cobra su máximo esplendor.

La invisibilidad de la traducción

Una traducción de calidad será aquella que precisamente no se deje notar, es decir, aquella que no parezca una traducción. Muchos tenemos citas de nuestros personajes de cine favoritos, pero, ¿acaso pensamos que tales frases estaban escritas tal cual en el guión? ¿Acaso pensamos que “mosquis” o “multiplícate por cero” son el resultado de una traducción? Eso es lo que debemos de tratar, que nuestra traducción no se manifieste en la mente de nuestros consumidores como tal. Y para ello, un requisito básico es dar naturalidad a nuestras traducciones.

Por ejemplo, en inglés se usa bastante la pasiva, cosa que en español no ocurre con tanta frecuencia. A present was given to me se puede traducir por “me fue dado un regalo”. La equivalencia de significado es exacta (no voy a entrar en discusiones lingüísticas) y en un examen de inglés seguramente el profesor daría por correcta la traducción. Sin embargo, si analizamos bien la frase, ¿quién dice eso? ¿Cuando os regalan algo os expresáis así? Es cierto que se puede dar el caso, pero suena muchísimo más natural “me dieron un regalo”. Para rizar el rizo, aunque hay que tener siempre en cuenta el contexto de la frase como hemos dicho antes, sonaría aún mejor “me hicieron un regalo”.

Otro tema del que me gustaría hablar es la repetitividad de la información. Veamos un ejemplo: Welcome to Aiedo. Aiedo is a big city!. Lo lógico sería traducir esta frase por “Bienvenido a Aiedo. ¡Aiedo es una gran ciudad!” Se transmite el mismo sentido que la frase en inglés, pero creo que “¡Bienvenido a la gran ciudad de Aiedo!” suena mucho mejor.

No hay que preocuparse siempre de que haya exactamente la misma información en un texto traducido, pues a veces quitar o añadir elementos al texto meta favorece la traducción. En cualquier caso, toda decisión debe estar justificada, pues hay que recordar que somos traductores y como tales no tenemos el derecho de hacer lo que nos plazca con un texto.

En cuanto a la traducción de nombres propios, no hay que tener miedo a cambiarlos o adaptarlos siempre y cuando su cambio esté justificado. Es una cuestión un tanto delicada, ya que los más puristas arremeten contra tal postura. Bien, yo planteo lo siguiente: ¿qué suena mejor, Cecil o Cecilio? ¿Anna o Ana? Yo me quedo con Cecil y Ana respectivamente, si bien es cierto que ya tengo un contexto creado en mi mente (más de un jugón reconocerá tales nombres). Sea cual sea la decisión, no estaría de más explicar las razones en el archivo “léeme” que se suele adjuntar a las traducciones. Hay que recordar que ver un nombre extranjero pone de manifiesto que se está consumiendo una traducción, aunque también puede darle un toque exótico. De la misma manera, adaptar los nombres propios puede implicar una falta de credibilidad con respecto al texto original o incluso restar belleza a su respectiva cultura (ya que un idioma está estrechamente unido a su cultura). No debemos olvidar que la audiencia a la que está dirigida una traducción influye mucho en la misma.

La necesidad de adaptación

La traducción audiovisual, concretamente la de videojuegos, se caracteriza por imponer al traductor una serie de limitaciones. En principio, no se puede poner más texto del que hay originalmente en una conversación. Esta constricción podrá verse paliada mediante diferentes técnicas que se verán más adelante en el manual. A pesar de que en teoría siempre se podrá ampliar el espacio original, llevar tal afirmación a la práctica puede resultar una tarea nada sencilla que puede desesperar hasta al más impaciente dada su complejidad. Especial importancia cobra esto a la hora de traducir los menús que suelen aparecer en muchos videojuegos (especialmente de género RPG), cuyos impedimentos se basan en la limitación de caracteres impuesta por una ventana inamovible. Una solución para tal problema es el empleo de abreviaciones, si bien no goza de gran prestigio al restar impacto visual. Aun así, hasta las traducciones oficiales se ven marcadas de tal esperpento.

Cuando al traducir veamos que esta limitación de espacio nos obliga a ceñirnos al espacio marcado, debemos tratar de reexpresar el mismo contenido del mensaje traducido de una forma diferente. De ahí que, como ya he dicho antes, considere que un ejercicio de traducción requiere a su vez una reexpresión de sentido. Por ejemplo, si no podemos poner “No funciona” por excedernos en un carácter, una posible solución sería reexpresar ese mismo sentido en “No sirve”. Si bien puede parecer que “servir” es de un registro más bajo que “funcionar”, cumple perfectamente su cometido y ninguna crítica debería caerle al traductor por optar por ese sinónimo. En caso de que se deba de prescindir de información, se tratará de mantener lo esencial del mensaje. Por ejemplo, “¿Pero qué dices?” pasaría a “¿Qué dices?” si así se requiere. En efecto, se pierde un matiz, pero se sigue diciendo lo mismo. Por desgracia, hay muchas ocasiones en la que no hay más remedio que eliminar información, aunque por suerte muchos mensajes disponen de información superflua que no añaden nada nuevo a la conversación.

Diccionarios y otras fuentes de información

Es más que probable que no seas una persona bilingüe y no conozcas a la perfección el idioma extranjero del que vas a traducir. Por ello, no tienes por qué avergonzarte de usar diccionarios. Todo traductor los usa, pero siempre con especial cuidado. No hay que abusar y menos aún fiarse de ellos totalmente. Por ejemplo, sé que hay muchas traducciones de videojuegos en las que se traduce pendant por “pendiente”. A mí también me ha pasado; os cuento mi historia a continuación. Aun sabiendo que pendant era “colgante”, me fié del diccionario y opté por usar “pendiente” porque el diccionario lo traducía así. Por eso, hay que usar el sentido común y ver si lo que pone el diccionario puede ser considerado como “verdadero”. Muchas veces es mejor analizar el contexto (espero que con esto quede totalmente clara su función) y ver qué palabra o expresión es la que mejor encaja y usar el diccionario sólo para esclarecer dudas y contrastar posibilidades.

El diccionario bilingüe (aquel en el que se busca una palabra en un idioma y viene su significado en otro diferente) no es siempre la única solución. A veces es recomendable recurrir al diccionario monolingüe (la explicación viene dada en el mismo idioma; por ejemplo, cualquier diccionario de español que usamos cuando no entendemos alguna palabra compleja). Si se traduce desde ese idioma extranjero no debería haber problemas para comprender la explicación. Por cierto, hoy en día muchos diccionarios están disponibles en CD-ROM para usarlos en el ordenador. Recomiendo encarecidamente su uso, ya que así es mucho más fácil y cómodo buscar palabras y hasta permiten varias opciones de búsqueda. No sólo se puede usar diccionarios; preguntarle a alguien cuya lengua materna es la que nosotros aún tratamos de conocer puede ser una buena solución, al igual que Internet. Os contaré otra de mis experiencias.

Una vez me encontré en una serie de anime subtitulada en inglés que yo traducía al español una expresión que no entendí: Serves you right! Tal expresión se decía en un momento delicado y no podía inventarme la traducción. Como el diccionario no me ayudaba, fui al chat del grupo traductor inglés y, ni corto ni perezoso, pregunté qué significaba dicha expresión. En diez segundos me contestaron y, por la explicación que me dieron, llegué a la conclusión de que debía traducirse por “¡Te lo mereces!”.

Diccionarios recomendados

Evidentemente, no he tenido en mis manos todos los diccionarios que existen, aunque os haré una recomendación. Como diccionario bilingüe inglés-español y español-inglés, yo uso el Gran Diccionario Oxford (Tercera Edición). Viene con un CD-ROM que realmente facilita la pesada tarea de buscar palabras en la versión impresa. Para mi gusto, es muy completo, aunque el diccionario de Collins no parece ser tampoco una mala opción. Como diccionario monolingüe inglés, yo uso la versión en CD-ROM del Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary. La verdad es que es muy completo y siempre he encontrado todo lo que he buscado. Si se traduce desde el francés, yo uso como diccionario bilingüe la versión en CD-ROM del Gran Diccionario Larousse y, como monolingüe, la versión en CD-ROM de Le Petit Robert. Si alguien traduce desde el alemán, usar diccionarios de la editorial Langenscheidt parece la mejor solución.